Imagínese el
mundo del siglo XXI. No el de principios (la actualidad, que de sobra
conocemos), sino el que se nos viene encima. El mundo de los decenios de los
años 30, los 40, los 50..., al final del cuál...
(esto
tiene lugar durante el solsticio de verano del año 2050, o el solsticio de
verano del 50, como dice la negra: [...] así que la primera noche, también
la primera noche de aquel verano, el verano del cincuenta, mientras la
civilización llegó a buscarnos la pasamos solos [...] ),
... sucede el
milagro, que milagro fue y estupefactos dejó a los miles de millones de
habitantes de nuestro planeta Tierra.
¿Qué fue ello?
No lo desvelaré, claro está, pero allí intervinieron fuerzas de las que aún no
tenemos noticia. ¿Cómo íbamos a tenerlas, si los seres que las produjeron
desdeñaban a la humanidad como interlocutora? ¿Para qué nos iban a necesitar,
si ya existen los cetáceos?... Y es que no somos el centro del mundo, como
muchos piensan, sino una especie que, aparentemente, está dando sus
últimos suspiros.
La aventura de
las luces azules es la última de las novelas que estoy publicando, una
narración futurista (una fantasía, por lo tanto, y una fantasía bonita), en la
que se aborda el problema de la evolución (de la evolución de la materia, se
entiende, que desde el big bang no ha cesado de reelaborar sus
estructuras, galaxias, estrellas, seres vivos...), lejos, muy lejos de las
coordenadas hoy cotidianas, toda esa anticuada e inane jerga de izquierdas,
derechas y demás zarandajas con que se entretiene a las por definición
acríticas sociedades actuales. Es preciso traer a colación asuntos nuevos, pues el mundo que nos espera no se va a componer de lugares
comunes y baladíes y trasnochadas frases hechas.
La aventura de
las luces azules es un título que lo define a la perfección. Es una
aventura, vaya si lo es –una innumerable sucesión de ellas–, y amén de otros
elementos (la superficie de los continentes, sí, pero también la del océano,
sus más profundos abismos y la inmensidad de los yermos espacios
interplanetarios...), está aderezada por los efluvios –de los que no sabemos
nada– de las ondas telepáticas, es decir, las que se supone que emiten –aunque
aún no las hayamos detectado– máquinas tan complicadas como los cerebros de los
animales superiores. ¿Y quiénes son los animales superiores? Pues se supone que las personas... y los cetáceos. Hay más, y tampoco
habría por qué circunscribirse a ellos, pero para no complicar el asunto, los
personajes principales de la historia son tres: un europeo que nace el 1 de
enero de 2001 –justo con el milenio–; una negra procedente de la selva caribeña
y cuya mayor afición es el mar, y un cachalote del océano Atlántico; telépata,
por supuesto. Entre los tres dan cuerpo a esta ingente historia –La
aventura de las luces azules–, que se extiende durante 100 años y 800
páginas.
Esta no es una
narración de ficción científica (impropiamente llamada ciencia ficción),
puesto que aquí no se habla de ciencia (o se habla muy poco), pero que
inevitablemente cuenta con elementos de ese género, como la telepatía y la
presencia de inteligencias extraterrestres. Entendámonos, la presencia, que no
quiere decir su aparición en escena en carne mortal, puesto que no creo que
estos seres sean tan tontos como para descender a la Tierra que conocemos, y
menos con la que está cayendo en la sociedad de analfabetos informáticos que
caracteriza los tiempos actuales. Sin embargo, allí están, contemplándonos con
estupor desde el lugar que ocupan...
La que publico
ahora es la segunda parte, subtitulada Rondeau, y luego, con
intermedios de unos meses, seguirán las restantes, Scherzo
allucinante y Andante con moto e finale.
¿Qué más quieren
que les cuente?, porque podría hablar de tantas cosas... De las aventuras
abisales de la negra; de los conciertos de puertas chirriantes en alta mar
–puesto que la música es parte fundamental en esta historia–; del astronauta
perdido para siempre en órbita solar; de la bienaventuranza, especie vegetal de
allende los espacios siderales; de la boda por ondas electromagnéticas y los
coloquios con seres que están lejos, muy lejos... pero no diré más. El que esté
interesado en leer semejante cuento, que cuento es, y provisto de colosal
fantasía desbordada (es el mundo del futuro), ya puede hacerlo AQUÍ.
La primera parte (Allegro vivace) se puede ver AQUÍ.
La primera parte (Allegro vivace) se puede ver AQUÍ.
Muchas más fotos, AQUÍ.
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