Como adelanto de un libro –un librín, vamos– que pensamos publicar uno de estos
días para solaz de los innumerables aprendices de escritor que pueblan los ocho
mil confines del planeta Tierra, traemos a esta página unas consideraciones
que, una vez enunciadas, parecen de cajón, de puro sentido común, pero que a
muchos de nosotros (me incluyo) nos hubieran ayudado de haberlos leído antes en
algún sitio.
Lo primero: un escritor no surge por
generación espontánea, como podría parecer. No se trata de una metamorfosis
kafkiana ni de una conversión mágica. Se trata de trabajo, esfuerzo,
perseverancia… ¿Conoces estos vocablos y los pones en práctica?
Lo segundo: si quieres ser escritor,
las dos primeras cosas que tienes que hacer son: leer mucho y escribir mucho.
No existe ningún escritor que previamente no haya sido lector. ¿Qué leer,
entonces? Pues sobre todo a los clásicos. A modo de ejemplo, y sin pretender
agotar el tema, ahí van unos cuantos en orden alfabético:
Aldecoa, Ayala, Azorín, Baroja,
Borges, Cela, Cervantes, Clarín, Cortázar, Delibes, Larra, Machado, Onetti,
Pérez Galdós, Quevedo, Rulfo, Unamuno, Valle-Inclán, Vargas Llosa...
Si leéis autores extranjeros (una
pena, pues aquí hay de sobra donde elegir), ojo con las traducciones, porque
por desgracia, ya no hay traductores como los de antes. Si tienes que leer un
libro que haya sido traducido a tu idioma, moléstate en investigar acerca de la
solvencia del traductor. No hay nada que haga más daño a un lector que esté
pensando en escribir que leer algo mal traducido. ¡Imagínate a un cirujano
aprendiendo su oficio en un manual de cirugía mal traducido!...
Y la tercera: ¿Qué escribir? Pues
cualquier cosa que se te ocurra. Si no se te ocurre nada, ahí van dos trucos
tontos:
1/ Ve a wikipedia, o a cualquier otra
página de Internet, y busca información sobre un personaje famoso, a ser
posible histórico. Trata de imaginarte cómo vivía, qué cosas le gustaban, etc.,
e intenta retratarlo en un breve relato, una o dos páginas.
2/ Hazte preguntas. ¿Por qué?, ¿para qué?,
¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?..., y contesta estas preguntas con lo primero que te
venga a la cabeza. Escribe sin más, sin orden, sin preocuparte de la gramática
o el vocabulario, dejando que el hilo argumental fluya..., hasta que alguna de
ellas capte tu atención y se convierta en una frase, un párrafo... Luego tachas
lo que no sirva y continúas de esta manera hasta el infinito.
(Pausa)
–De nada.
(Esta ha sido una broma de Cara B.)
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