Una vez escrita, y si no queremos
quedarnos con ella muerta de risa en el disco duro, comienza el proceso de
construcción que servirá para introducirla en el mercado. Es, como si
dijéramos, la afinación de los elementos. Esto requiere tres etapas:
1 - Lectura y correcciones.
Por
supuesto, el texto debe haber reposado durante una buena temporada.
Publicar algo recién salido de la pluma no suele dar los mejores resultados, lo
que se debe a que con el tiempo varía mucho la perspectiva que tenemos de
determinadas cuestiones. De hecho sucede que lo que antes parecía blanco
resulta ahora negro, y lo que en principio simulaba estar entonado, resulta que
no lo está tanto y chirría...
Se
impone, por tanto, hacer una relectura crítica. Esta lectura es crucial, y para
ello es mejor utilizar otros soportes y no leerlo donde fue escrito, pues es
necesario verlo de otra manera. Si se ha hecho en un ordenador, puede
trasladarse el texto a un ebook y leerlo ahí, y mientras lo haces, ir añadiendo
notas (hay ebooks que permiten semejante tarea), o también imprimirlo en folios
con un interlineado ancho y que permita anotar entre líneas. Aún más
interesante sería que lo leyeran otras personas e ir espigando ideas de lo que
ellas opinen, que sin duda lo mejorará. Si esas personas no conocen al autor,
mucho mejor.
La depuración ortográfica y
sintáctica debe hacerse durante la relectura y, a ser posible, ayudándose
con herramientas informáticas, como el corrector ortográfico del Word, el diccionario
de sinónimos o la orden búsqueda de este mismo programa. Ellas nos
ayudarán a encontrar múltiples imperfecciones, como erratas, espacios sobrantes
entre las palabras y a principio de párrafo, falsas tabulaciones, expresiones
cíclicas y machaconas, etc.
Una novela cuyo texto está acabado
(en realidad nunca está acabado, como sucede con los cuadros, en los que siempre se
puede dar una pincelada más, aunque se considera acabada cuando se
publica), es como una gran bola de cera. Al principio resulta muy desigual,
incluso accidentada, áspera y rugosa en casi todos sus aspectos, pero si la
tomamos entre las manos y le damos vueltas y más vueltas –y sobamos y sobamos–,
irá inevitablemente haciéndose más uniforme, más fluida y compacta y
homogénea... Esto quiere decir que nos espera un largo trabajo, pero los buenos
resultados requeren precisamente de ello.
2 - Establecer la cara que
presenta al público
Cuando el autor ya tiene un
nombre no nos fijamos tanto en estas cosas, pero en el caso de los noveles es
muy importante que tanto la portada como el título, la sinopsis
(que suele venir en la contraportada del libro) y la primera página, que
también es clave a este respecto, sean de primera calidad. Todos ellos son los
factores que infuirán sobre el público a la hora de adquirirla.
La portada y sus
elementos, ilustraciones, colores, tipos y tamaño de las letras y todo lo
demás, tienen que entrar por los ojos al público, y para no defraudar al
lector, es obligado en ella hacer hincapié en la atmósfera general del contenido.
Aquí debajo coloco varias de las
que barajamos.
Qué decir del título y su
obligada musicalidad, una de las piezas esenciales de la
comercialización...
En el caso de este libro de que
hablo, el título ha sido bastante debatido. Sopesamos varios, que al final
quedaron reducidos a dos: Cantar de gesta y Dios conmigo. Este
último es el grito de los cruzados al entrar en batalla (lo aquí narrado sucede durante la Reconquista, pero es lo mismo), y aunque semejante
expresión podría sugerir que se trata de un libro de sectas cristianas o de
autoayuda, una vez que tuvimos la portada en marcha, con toda esa sangre, ese arco iris y esos
pajarracos, nos pareció que no podía haber duda en cuanto al tenor del
contenido.
La sinopsis y la primera
página del libro –que es lo que casi todo el mundo busca a continuación–,
deben estar redactadas de la forma más exquisita que se pueda conseguir, y a
guisa de ejemplo, estas son las elegidas para nuestra aventura editorial.
Sinopsis
Un personaje
ficticio –Ramón el calatravo– narra su existencia entera, que se cumplió
a caballo de los siglos XII y XIII. Aprendiz de cantero, agricultor, herrero,
siervo, soldado, señor de la guerra y constructor de catedrales góticas, desde
el cenobio que habitó en las postrimerías de su vida rememora los lances que el
albur le llevó a contemplar, entre los que descuellan la batalla de Alarcos y
la de la Nava de la Losa, episodios que han pasado a la historia con letras
mayúsculas.
Bereberes,
traficantes, castellanos, reyes, ángeles y demonios, bailarinas y juglares,
nobles y siervos, caballeros y labradores, gente de armas y de letras,
dromedarios, sabuesos, simios, alanos, mulos y corceles y otros muchos animales
que sería excesivo citar, componen la multitud que poblaba el mundo que le tocó
vivir como uno más de los eslabones de la inextinguible cadena de la humanidad,
aquella que entre cerradas nieblas persigue fantasmas para concluir con la
célebres palabras que dicen, ¡vanidad de vanidades...!, todo es vanidad.
Primera página
Yo nací en el
centro del mundo, aquel lugar único en donde se cruzaban dos importantes
caminos. Las gentes transitaban apresuradas por ellos, pues los tiempos iniciales
de mi infancia se caracterizaron por lo difícil, rodeados como estábamos por
emboscadas partidas de malhechores que venían del sur, pero en nuestra gran ciudad
amurallada todos se detenían puesto que era un lugar grande y capaz, fonda de
largas caravanas de animales de carga que recorrían la frontera y lugar a
propósito para abrigarse de los albures y abastecerse de lo necesario antes de
reanudar el largo y peligroso viaje.
Yo vine al mundo en la
ínsula del Guadiana de la que tanto se dijo, eminencia rodeada de agua por
todos los lados merced a un profundo canal tallado en la roca de sus cimientos,
laboriosa obra que mucho tiempo antes había sido llevada a cabo por esclavos y
prisioneros, en su mayor parte cristianos, y aunque debió de ser un arduo
trabajo, daba al lugar un aspecto que dejaba atónitos a quienes nos visitaban
por primera vez, que nunca hubieran podido imaginar semejante ciudadela en tan
áridas tierras, y si a ello sumamos la visión de la vega florecida en
primavera, oasis y vergel sin par, o aun los relucientes cielos nocturnos con
que nos regalaba el verano y que daban testimonio de la existencia del debatido
empíreo, la ilusión era completa.
Yo, además,
nací cerca de la torre del agua, el castillo ácueo o castellum aquæ, la
complicadísima maquinaria que se abastecía de las aguas del río mediante norias
y cangilones sin fin [...]
3 - Queda por mencionar la
discusión final y los retoques, en donde aún se pueden perfilar
determinados aspectos, tanto en lo que afecta al texto como a su apariencia
exterior, pero esta es la fase en que nos encontramos, y de todo ello tendrán
ustedes noticia en cuanto la novela esté disponible.
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