miércoles, 25 de abril de 2018

El más grande de las novelas de aventuras: Julio Verne

Julio Verne a los 25 y a los 50 años


Por supuesto, leí las novelas de este señor cuando era pequeño, y tenía buen recuerdo de ellas; muy difuso, pues los años no pasan en balde, pero conservaba vivas la idea de su ingenio y la amenidad de sus relatos. El caso es que ahora he vuelto a leer diez de ellas, seguidas, que son:

Cinco semanas en globo
La isla misteriosa
Veinte mil leguas de viaje submarino
La vuelta al mundo en ochenta días
La esfinge de hielo
El volcán de oro
Miguel Strogoff
Dos años de vacaciones
Viaje al centro de la Tierra
Alrededor de la Luna

... y tengo que decir que este autor es un genio.
Dejando aparte las malas traducciones (a veces pésimas, aunque a veces, no se sabe por qué, medianamente correctas) y las peores ediciones (esto de las ediciones electrónicas clama al cielo), el fondo que te queda tras acabar semejante lectura (y salvar los innumerables escollos de las impresentables y ya citadas ediciones) es magnífico.
Por ejemplo: todos estos libros tienen algo en común, y es que en ellos, amén de las continuas aventuras con que adorna el relato, va pasando revista a lugares que en su tiempo eran casi desconocidos.

En Cinco semanas en globo es África de este a oeste (desde Zanzíbar a Senegal) vista desde el aire.
En La isla misteriosa: aventuras de unos náufragos en una isla desierta, a la que sacan el mayor partido posible.
Veinte mil leguas de viaje submarino: descripción del fondo del mar, y no de un mar, sino de todos los océanos, pues el larguísimo viaje transcurre por el Pacífico, el Índico, el Mediterráneo y el Atlántico.
La vuelta al mundo en ochenta días: como dice el título, la vuelta al mundo en su época, para lo que utiliza todos los medios de transporte imaginables: barcos, ferrocarriles, carros, elefantes..., e incluso un trineo a vela en el que los viajeros recorren parte de las llanuras centrales de los Estados Unidos.
La esfinge de hielo: viaje hasta el polo sur, en donde supone que hay un océano navegable. (Esta novela es una especie de continuación de La narración de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe.)
El volcán de oro: acerca de la vida en los placeres auríferos del norte de Canadá, lindando con Alaska, más allá del círculo polar.
Miguel Strogoff: relato de un viaje ambientado en Siberia, cuyos protagonistas la recorren desde Moscú a Irtkusk, casi en las mismas orillas del océano Pacífico.
Dos años de vacaciones: nueva narración de náufragos, en la que los protagonistas son un grupo de niños de seis a catorce años, capaces (como en La isla misteriosa) de sacar el máximo partido a sus adversas circunstancias.
Viaje al centro de la Tierra: los expedicionarios (un profesor loco, su sobrino y un islandés) no llegan al mismo centro, pero efectúan un largo recorrido por parajes fantásticos.
Alrededor de la Luna: continuación del libro llamado De la Tierra a la Luna, en el que se relata el viaje hasta la Luna, su circunnavegación y la vuelta a la Tierra.

Mi opinión es que la mayor parte de estos libros son unos monumentos de lectura obligada para los aficionados al género de aventuras. Tan sólo los dos últimos citados (Viaje al centro de la Tierra y Alrededor de la Luna) me han parecido un poco más flojos, quizá porque los lugares en los que transcurren son hoy más conocidos y choca el exceso de fantasía, pero el resto resultan totalmente creíbles, y la cantidad de datos que aporta sobre los lugares que describe va mucho más allá de lo esperado.
Julio Verne es conocido como «el padre de la ficción científica», y no en vano, puesto que imaginó máquinas que entonces no existían y hoy han sido construidas. Por ejemplo, las naves espaciales del programa Apolo o el submarino de Veinte mil leguas de viaje submarino, perfecto trasunto de los sumergibles nucleares existentes, tanto en su tamaño como en el aspecto con que lo describe. Es verdad que el suyo no era nuclear, sino eléctrico, pero esto, si bien se piensa, es un detalle menor, y para que se vea hasta qué extremo llegan estas semejanzas, el primer submarino nuclear que se construyó en los Estados Unidos (también el primero que pasó sumergido bajo el polo norte, lo que sucedió en 1958) fue bautizado con el nombre que dio Verne al suyo: Nautilus.

Una circunstancia que llama la atención y merece la pena reseñar es que los protagonistas de estas aventuras son casi todos hombres; algunos, como Phileas Fogg o el capitán Nemo, muy famosos. En los diez libros citados, tan sólo hay tres mujeres que tengan algún peso en el desarrollo de las historias: Nadia, en Miguel Strogoff; Aouida, en La vuelta al mundo en ochenta días, y, en menor medida, Kate, una chica que llega a la isla, igualmente náufraga, y que aparece casi al final de Dos años de vacaciones. Sin embargo, este es un detalle que, al menos para mí, carece de importancia. Él escribió lo que quiso, y no podemos por menos de agradecérselo.
Otras novelas de este autor, no citadas aquí, son: Los hijos del capitán Grant, Escuela de robinsones, Un capitán de quince años, Matías Sandorf, El soberbio Orinoco, El castillo de los Cárpatos, El archipiélago en llamas y muchas otras que podéis ver aquí: https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Bibliografía_de_Julio_Verne

De paso, también podéis ver esto otro:
Novelas de aventuras de Camargo Rain:



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